Frecuentemente escuchamos en los debates que acontecen en las universidades, en los parlamentos, tertulias televisivas e incluso en las contiendas electorales protagonizados por izquierda y la derecha denominaciones tales como: "comunistas", "socialistas", "monetaristas", "liberales" "neoliberales". Siendo este último tomado como ofensivo o peyorativo. ¿Por qué? ¿Qué es ser neoliberal?
Para ello contamos con la participación del economista cusqueño César Holguín quien nos explica amenamente el porqué del enfado e incluso la negación a denominarse neoliberales por parte de ciertos intelectuales.
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La actitud de los intelectuales liberales se altera cuando se les llama “neoliberales” y, como si se tratase de un insulto o algo similar, reaccionan a la defensiva y, a veces, pasan rápido al contraataque, como Sansón, “con lo que encuentren a la mano”. El ejercicio es sencillo, pues en medio de un debate se pronuncia la palabra mágica - neoliberal o neoliberalismo - y en seguida, se alteran, fruncen las cejas , vociferan, y ensayan respuestas muy arriesgadas, llenas de adjetivos peyorativos al propio estilo de Tony Rosado y una lógica atropellada que devolvería a su tumba al mismo Aristóteles. Por un lado, salta a la vista la actitud vergonzante que adoptan frente al “neoliberalismo” o lo que eso significa en términos históricos: mercados desregulados, privatizaciones extremas, dictaduras de mercado y el consiguiente deterioro de la calidad de vida de las personas. Junto con eso, el desprestigio de las políticas de libre mercado en todo el mundo, lo cual tiene un pasivo peyorativo que ellos - los autodenominados liberales - no están dispuestos a asumir. Por otro lado, la insolvencia teórica, la carencia de argumentos o datos científicos a favor de su causa; por lo cual, es difícil defender el neoliberalismo en el ámbito académico, dada la descomunal producción crítica y científica contra el “extremismo de mercado” y sus adversas consecuencias en los ciudadanos y el medio ambiente.
Cuando, en el curso de un debate académico o una tertulia política, aparece la disyuntiva de “liberalismo o neoliberalismo”, los defensores del libre mercado recurren- para salir de apuros- al método simplista de identificar “liberalismo” con “libertad” para argüir que “no hay nueva ni vieja libertad: la libertad es una” y, por lo tanto, lo correcto es llamar liberalismo, no neoliberalismo ni paleo-liberalismo. Al argüir de ese modo se ponen la soga al cuello. En términos futbolísticos, se marcan solos y festejan un autogol. Está claro que “liberalismo” no es lo mismo que “libertad”: el “liberalismo” alude a un ‘conjunto de ideas’, históricamente cambiantes, sobre la libertad y “libertad” se refiere a un ‘derecho o facultad humana’ (por el cual se actúa o piensa sin mayores limitaciones que la ley o la moral). Además, argumentar que “liberalismo equivale a libertad” es tan burdo como decir que el “materialismo equivale a materia”, y no vale la pena construir castillos en el aire, como lo hacen lo autodenominados “liberales”.
Otra línea de defensa, o más bien dicho de negación, es la falacia Ad homiem, es decir, una estrategia de ataque personal a quien acuñó el término “neoliberalismo” que según káiser y Milei, fue el “marxista” converso al liberalismo – nótese la intensión peyorativa - en el coloquio de “Walter Lippman” de 1939, con presencia de Hayek : el académico alemán Alexander Rüstow. Sobre esta cuestión, Enrique Ghersi, intelectual liberal y coautor de “El otro sendero” con De Soto, en su ensayo “El mito del neoliberalismo” – una arqueología del concepto - hace un recorrido sobre los cuatro posibles orígenes del término: uno, Von Mises, en sus escritos, especialmente en “Liberalismo”, busca resaltar las características del nuevo liberalismo posterior a la teoría del valor, que se diferencia del viejo liberalismo por su tratamiento del tema de la igualdad; dos, “El coloquio de Lippman” , una reunión colectiva de liberales en 1939 convienen el termino neoliberalismo, por iniciativa Alexander Rüstow; tres, en neoliberalismo como sinónimo de “economía social de mercado”, con Edgar Nawroth (1961) ; cuatro, la “escuela liberal italiana del periodo de las entreguerras” (1919-1939). En consecuencia, queda claro que el origen del neoliberalismo está en las entrañas de los Think Tank liberales, en su esfuerzo por actualizarse; aunque al mismo Ghersi le cuesta asumirlo.
El punto, en este ajuste de cuentas, es entender que la terminación “ismo” marca la diferencia de fondo, por lo cual “liberalismo” hace referencia al conjunto de ideas, políticas o movimientos que defendieron el libre mercado, la libertad individual, y sus variantes, en el contexto de ocaso del despotismo y del capitalismo naciente (hasta que esas mismas políticas condujeron a la crisis de 1929, lo cual trajo consigo la hegemonía de las corrientes socialistas y del keynesianismo). Hoy, en el siglo XXI, desde el curso de la Guerra Fría - que terminó con la disolución de la URSS en 1991 - y en el contexto de un capitalismo globalizado, vuelven a aparecer esas ideas, políticas y movimientos que retoman el discurso de las viejas escuelas liberales, pero de un modo más radical y fundamentalista, los cuales se definen como “neoliberalismo, donde el prefijo “neo” permite precisar su carácter contemporáneo.
No solo es una cuestión de nomenclatura, es una cuestión de rigor teórico fundamentalmente, donde la historia es imprescindible. Por esa razón, debe quedar claro que las raíces históricas del liberalismo (y las motivaciones a las cuales responde) son anteriores y muy distintas a las raíces históricas del neoliberalismo, como precisaremos en seguida. El viejo liberalismo económico y político, de Adam Smith y John Locke, se forjó en la etapa del capitalismo temprano, y sus tensiones teóricas se dieron contra los fisiócratas, los mercantilistas, el absolutismo, y, en algunos casos, contra los socialistas utópicos de ese tiempo; en cambio - y es fundamental esta precisión - el neoliberalismo ( con toda su amplitud y sus variantes) se contextúa en las arenas del capitalismo monopolístico del siglo XX y XXI, en un escenario de dominio mundial del sistema capitalista, es decir, la globalización. En este contexto, su lucha teórica y política se da contra el keynesianismo, en el seno del capitalismo; y en el frente externo, contra el marxismo y el campo socialista, por lo menos hasta 1991, que ocurrió la disolución de la URSS. Por supuesto que la tensión continua, y actualmente el neoliberalismo y sus ideólogos están en una cruzada contra todo proceso político o línea de pensamiento que no comparta el catecismo neoliberal del Estado mínimo, de privatizaciones extremas, mercados desregulados, etc.
Está claro que “neoliberalismo” es la definición más precisa de las modernas doctrinas de libre mercado e individualismo extremos, semánticamente el término “neoliberalismo” tiene contenido definido , y se refiere al “nuevo liberalismo”, el mismo que se desarrolla- como se dijo- en la segunda mitad del siglo XX hasta hoy; es el “nuevo liberalismo” que rescata, replantea y radicaliza muchos planteamientos de la escuela clásica de economía y filosofía liberal, sin que esto signifique que sea un campo de pensamiento homogéneo.
Los postulados del neoliberalismo son fruto de los ajustes o actualizaciones hechas a la teoría liberal de tiempos pasados, es decir, argumentos o teorías forjadas en la lucha teórico-política en defensa del capitalismo contemporáneo. Planteamientos como la “teoría subjetiva del valor” que explica la creación del valor no en el proceso productivo sino en el intercambio (el cual confunde valor con precio) , el “totalitarismo de mercado” que confunde sociedades con mercados y ciudadanos con demandantes, la “mercantilización extrema de la sociedad” que propone privatizarlo todo y prescindir de los bienes públicos (a lo sumo justicia y seguridad) , el individualismo radical que dice “no hay sociedad; hay individuos”, tan ridículo como decir que “no hay sistema planetario; hay planetas”, y otros de similar inconsistencia. Para más señas, se precisa que el neoliberalismo contiene “deconstrucciones” o “refutaciones” de las ideas progresistas actuales: la primera se da frente al marxismo; la segunda, frente al keynesianismo; la tercera, frente a las revoluciones socialistas y su progreso; y , la cuarta, frente a las propuestas del socialismo del siglo XXI y las corrientes actuales del progresismo, principalmente latinoamericano.
Finalmente, querer que un liberal se reconozca como “neoliberal” tiene los mismos inconvenientes que un ladrón se reconozca como “ladrón”: el pasado, es decir, el daño que hicieron los condena. Queda claro, que cuando un neoliberal afirma ser solo liberal, está reconociendo que el neoliberalismo es malo e indefendible; y por esa honrada confesión, se le debería perdonar los impuestos.